Nuestro Proyecto Formativo se confecciona teniendo como referencia la nueva Ratio Fundamentalis Intitutionis Sacerdotalis de 7 de diciembre de 2016, y el Plan de Formación para los seminarios españoles de la Conferencia Episcopal Española Formar Pastores Misioneros, de 26 de enero de 2020, adaptándose a la realidad y exigencias de nuestra Iglesia de Jaén, teniendo en cuenta el origen cultural de nuestros seminaristas, la pastoral de la Diócesis y la propia tradición formativa de nuestro seminario, así como nuestros Estatutos y Reglamento.
1. Las etapas formativas.
La formación en el Seminario es un camino gradual y progresivo de maduración desplegado pedagógicamente en cuatro grandes etapas que inician procesos que durarán para siempre.
» Etapa propedéutica:
Tiene como objetivo fundamental clarificar y afianzar la vocación sacerdotal como una gracia inmerecida y la preparación del candidato en diversos aspectos que facilitarán su proceso formativo durante las etapas sucesivas de la formación.
» Etapa discipular (o de estudios filosóficos):
Se ordena a la formación del seminarista como discípulo y misionero, llamado a estar con Cristo en un camino pedagógico-espiritual que transforma la existencia para ser testimonio de su amor en el mundo.
El objetivo fundamental de esta etapa es objetivar y verificar la opción vocacional ya tomada en la etapa propedéutica, así como adquirir una conciencia crítica y constructiva de la realidad del hombre, del mundo, de Dios y, sobre todo, de sí mismo, en la perspectiva del seguimiento de Cristo, con el fin de poder consolidar su vida como discípulo suyo.
» Etapa configuradora (o de estudios teológicos):
La formación se concentra en el proceso de configuración del seminarista con Cristo, Pastor y Siervo, para que, unido a Él, pueda hacer de la propia vida un don de sí para los demás. El objetivo fundamental de esta etapa es pues, la asimilación e identificación del seminarista con el ser y el ministerio del presbítero diocesano.
Esta etapa comprende los tres cursos de teología. En ellos los seminaristas integran el estudio de las distintas disciplinas teológicas con una maduración espiritual orientada a la asimilación y vivencia profunda de los misterios fundamentales de la fe y de la vida cristiana.
» Etapa pastoral (o de síntesis vocacional):
Es la última etapa de la formación inicial, e incluye el período entre el fin de la estancia en el Seminario y la ordenación presbiteral, pasando a través de la recepción del diaconado. Esta etapa se centra, principalmente, en la experiencia práctica del ministerio, y la recepción de las Sagradas Órdenes.
El objetivo fundamental de esta etapa es doble: por un lado, la inserción en la vida pastoral mediante una gradual asunción de responsabilidades, con espíritu de servicio; por otro, una adecuada preparación mediante un acompañamiento específico con vistas al presbiterado.
2. Las dimensiones de la formación.
La formación que ofrece el Seminario es una formación integral y personalizada, en comunidad y para la misión, con cuatro dimensiones íntimamente unidas que interactúan simultáneamente en el proceso formativo y en la vida de los presbíteros: la dimensión humana, la dimensión espiritual, la dimensión intelectual y la dimensión pastoral.
» La dimensión humana:
Representa la «base necesaria y dinámica de toda la vida presbiteral». Su objetivo principal es que el seminarista alcance la suficiente maduración personal para asumir el ministerio presbiteral. El modelo y fuente de dicha maduración es Cristo, al que la formación del sacerdote ha de tender paulatinamente hasta alcanzar «la medida de Cristo en su plenitud» (Ef 4,13). Una adecuada formación humana favorecerá que el sujeto pueda hacerse propicio receptor de la gracia.
» La dimensión espiritual:
Fundamenta, vivifica e integra el resto de las dimensiones de la formación sacerdotal. Su objetivo principal es «alimentar y sostener la comunión con Dios y con los hermanos, en la amistad con Jesús Buen Pastor y en una actitud de docilidad al Espíritu. Se orienta a la maduración en las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad, y tiene la finalidad específica de iniciar y capacitar al seminarista para vivir la espiritualidad propia del presbítero diocesano.
» La dimensión intelectual:
Ofrece fundamentos y claves de comprensión para el progreso espiritual, el desarrollo humano y el desempeño pastoral de los seminaristas. Su objetivo principal, es que los seminaristas obtengan una sólida competencia en los ámbitos filosófico y teológico, y una preparación cultural de carácter general, que les permita anunciar el mensaje evangélico de modo creíble y comprensible al hombre de hoy, entrar eficazmente en diálogo con el mundo con-temporáneo y sostener, con la luz de la razón, la verdad de la fe, mostrando su belleza.
» La dimensión pastoral:
Es el fin y la meta de las otras dimensiones y medios de la formación sacerdotal. Su objetivo es iniciar a los seminaristas en la sensibilidad del pastor para que sean capaces de «sentir la misma compasión, generosidad y amor por todos, especialmente por los pobres, y la premura por la causa del Reino, que caracterizaron el ministerio público del Hijo de Dios; actitudes que se pueden sintetizar en la caridad pastoral.
3. Una formación en comunidad y con espíritu misionero.
La vida comunitaria es el ámbito donde confluyen las cuatro dimensiones y el «hilo conductor» que las atraviesa integrándolas, potenciándolas y enriqueciéndolas con contenidos nuevos. La comunidad del Seminario constituye el contexto y ambiente más adecuado para la formación presbiteral como «una comunidad educativa en camino» que ofrece a los llamados «la posibilidad de revivir la experiencia formativa que el Señor dedicó a los Doce». Su ideal y «su identidad más profunda es ser una continuación en la Iglesia de la íntima comunidad apostólica en torno a Jesús». Por eso el Seminario debe ser una comunidad humana, cristiana, diocesana y formativa ejemplar donde se realice intensamente la experiencia de la vida de la Iglesia, misterio de comunión, formando futuros presbíteros aptos para adoptar diversas formas de colaboración y vida en común, y para ser constructores de comunidad dentro de la Iglesia y de reconciliación en medio de un mundo y de una sociedad a veces divididos.
La comunidad del Seminario es para el seminarista su comunidad de referencia, a cuyo proyecto formativo se refiere y supedita tanto el proyecto personal como el resto de las relaciones formativas del seminarista.
La dimensión misionera une las dimensiones ya mencionadas, las anima y vivifica, y permite al sacerdote, formado humana, espiritual, intelectual y pastoralmente, vivir el propio ministerio en plenitud, en cuanto que está llamado a tener espíritu misionero, es decir, un espíritu verdaderamente “católico”, que partiendo de Cristo se dirige a todos para que “se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4-6)». Esta dimensión fortalece así, junto a la vida comunitaria, el carácter integral de la formación, formando un sujeto armónico.
Nuestro Seminario preparará a los futuros presbíteros para vivir en una «Iglesia en salida» que disponga todos sus medios y estructuras en orden al anuncio del Evangelio, en una permanente «conversión pastoral» y «misionera». Para ello se preparará a los seminaristas a saber reconocer la iniciativa de Dios en la propuesta del Evangelio sin esperar simplemente a que los alejados se acerquen a ellos, a querer involucrarse en la vida de los hombres, lavarles los pies tocando sus heridas y evitando ser «burócratas de lo sagrado», a aprender a caminar junto con los hombres, acompañándolos con paciencia y respeto en sus procesos, a dar un fruto duradero (cf. Jn 15,16) sabiendo que dicho fruto tiene su fuerza en la misma potencialidad de la Palabra, que nosotros no podemos predecir, y a saber celebrar y festejar en la belleza de la liturgia, que se convierte así en acción de gracias y atractiva presencia del Espíritu que mueve los corazones a la alabanza y los sostiene en la esperanza.